jueves, 24 de enero de 2013

Secgretò-á-VoçeS

Me enteré de que no estabas cuando me levanté de tu cama y la encontré empapada en tu sudor. Obsesivamente olfateé el tejido impregnado de tu esencia, de tu ser y me mezclaron tus fluidos con mi tristeza, hecha Arché de una physis inexistente.
De repente, como si de un juicio se tratara, miré en el bolsillo de mi camisa desabrochada por las prisas de la pasión y te encontré allí, escondidita en mi bolsillo izquierdo, cerca de mi corazón.

SOLO CONFIO EN TI PARA QUE LE PONGAS SONIDO A MIS SENTIMIENTOS, NINA...



Allí, dormidiente estabas, acurrucada por el palpitar desesperante porque te buscaba (¡y te tenía tan cerca...!) No quise despertarte, pero te saqué de mi bolsillo, cubrí tu cuerpo con una manta y esperé hasta que recobraras el tamaño natural para volver a Hacer el Amor. Entre los dos. Pero no quise, me gustaba tanto verte dormidita y feliz que te hacía el Amor con los ojos, de manera contemplativa y serena, buscando todas las sensaciones que podría encontrar en mi ser. Y no se acababan, oye. Eran eternas como los cabellos tuyos que se desperdigaban y llenaban toda la cama. Esa sensación de Infinidad no se puede describir. 

Mi corazón se aceleró hasta tal punto que te estaba gritando, el muy maleducado. Y tú lo escuchaste y abriste los ojitos. Entonces todo comenzó de nuevo, de la misma maravillosa manera como había acabado...

Me duele el corazón de lo fuerte que me palpita

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