domingo, 5 de junio de 2011

El odioso sonido del tono...

Arde. Arde pecho y melancolía. Arden las pasiones y las acciones tontas y absurdas que condenan tu alma. Arden el calendario que cuenta los días de nuestra vida, para volver a vernos. Todo arde y se transforma en un negro ceniciento de cosas.



Duele el amor, si que duele. Duele por las cosas ajenas a ti que le han ocurrido a la persona que amas y que te sientes culpable por ellas (porque, podrían haberse evitado si estuvieras allí). Fue amargo el regusto de la despedida, ¿será la re-unión algo bueno? Recemos y queramos porque sea así.



Y sigue sonando ese odioso tono telefónico. No se que hacer. No se si que si yo fuera otro, contestarías. No se, si me dejaras hacer lo que yo quiero para los dos, acabaríamos rompiendo el reloj de arena roja que cuentan los granos de arena que faltan para vernos e iría a tu rescate en un mar negro de cerveza. No se. Solo se que aguantar es difícil, y moribundo es el placer sin tus besos en mi rostro y en mis párpados.

jueves, 2 de junio de 2011

Melancohólica Sherezade...

¿qué demonios debes hacer cuando lloras?
No debes más que mirarte a la cara y sentirte orgulloso de ser persona y de teener sentimientos, aunque sean asquerosos (por llorar).
Recomiendo una cosa a mis esporádicos lectores: Enamorarse es maravilloso, pero puede producir los dolores en el alma tremendamente fuertes. Es una cosa realmente jorochó (consultar diccionario NAT-SAT), druguitos míos.




Te  espero y desespero. Te miro y me ahogo. Te amo, me muero y no vuelo, porque soy otro, porque me has cambiado. Te vas, basura me convierto, lo que era antes. Más que nada, soy un residuo de persona. Y odioso, celoso si. Pero la propiedad, en asuntos amorosos, no es nada efímera.

Te conviertes en el centro del sistema solar, que es mi vida. Te conviertes en la Tierra, de la que extraigo recursos a mansalva (cariño, hombritos, amor). Eres mi sol (energía, salsa) y también mi Plutón (mi pequeña). Eres cielo inmenso, Big Bang orgásmico y lo que nunca ha podido ser nadie más. Eres la representación de Dios, devota ser a la que lanzo mis plegarias, aunque se que este muy lejos y que es posible que no me escuche.

Fuiste todo. Fuiste una caída encima mío y un acento con seseo. Fuiste un veintisiete y un domingo de museo. Fuiste el Grande de Alejandro. Fuiste mía, antes de saber siquiera lo que eras o lo que serías, fuiste mía.

Eres inefable e infalible. No me gusta que hallas sido, sino que seas. No me puedo permitir jugar contigo porque el dinero de esta partida es real, y la banca del cariño cotiza a niveles muy altos en nuestra Wall Street.

Y lo mejor de todo es que serás. Serás el papel donde se imprimiran todos aquellas tarjetas de embarque que nos ayudarán a recorrer y conocer el mundo. Serás todas mis pesadillas frustradas por tus besos en medio de la noche. Serás arena roja que cubra nuestros cuerpos a la orilla del mediterráneo.

Y si me dieran una palabra para describirte, no diría nada. No malgastaría esa palabra en describirte porque no podría expresar lo que siento, porque me sobrarían letra y me faltarían suspiros. Si tuviera que describirte, diría solo que eres un sueño del que no quiero, puedo y debo despertar.