miércoles, 29 de febrero de 2012

Manhattan es mi cuerpo.

El Metal... el Metal resuena y vibra bellamente, dando al aire un color y un sabor cromático, extasiado y saxófono. Propio de Nueva Orleans.
Esas notas de Metal, sopladas por un Viento-Madera producen cierta Catarsis en la punta de la cola de mi fantasma, que se ríe y disfruta, viendo como la vida y la ciudad se escapan y siguen sin él. Se pierde porque no sabe guiarse, fantasma triste y ambulante. Fantasma de un payaso, pero sin la menor pizca de gracia. El fantasma soso inmortal que refleja mi identidad y personalidad, envuelto en una sábana que representa su vergüenza más ruin y dulce para los parásitos del Mal ajeno, se siente volátil y vulnerable ante la escena de su muerte, ridícula como la de un payaso asfixiado con un trozo de pastel. Pero vamos a detenernos un momento para observar el contexto en el que se mueve el espectro para saber un poco más la cosa:

Día de lluvia y pastillas, día de agua. Los gatos se suben en las estanterías de los muertos para poder observar mejor la escena de la muerte. Los gatos sienten la muerte, grandes y peludas antenas de morti-frecuencia. ¿Por qué es así?
Puede que los gatos sean ministros de la Muerte y sentencien a la gente con sus lánguidas pupilas ovaladas. También puede que sean tontos y lo único que entiendan sea lo más difícil e incomprensible para el hombre, paradoja del Conocimiento del Dios divertido, regordete y acomplejado. Es igual, no me gustan para nada los gatos y no voy a molestarme en describir a esos magníficos felinos ágiles y soberbiamente independientes.

Sobre la estantería, el gato (negro, por supuesto) el gato observaba bien. En la estantería, las maderas transversales gozaban de una ilustre colección de libros y autores de mucha letra y poco corazón: Alan Poe, Stephen King, J.K. Rowling... Solo Homero (ocupado en el rodaje) no pudo asistir a la fiesta del No-Cumpleaños que organizaba un tal Carroll....




PUENTE BONITOOOOoooo....


"Puede acabarse la Historia aquí, puede irse todo a la mierda y volver de las cenizas del vientre ulcerado de su padre. Puedo seguir escribiendo la segunda parte mañana. No se acabará el mundo por no escribir algo que nadie va a leer."

miércoles, 8 de febrero de 2012

El cinismo lo pongo Yo...

Se relame los labios de arriba a abajo nuestro tuerto preferido, Lázaro, antes de darle el bocado a la pierna de Pavo de Navidad que tiene en sus mugrientas y recien lavadas manos. El jugo cae por el hueso del Pavo, gigante pata que equivale a una semana de comidas. 


El chivatazo del comedor de beneficencia le salvo la vida, cobrando a un tio la vida que debía perder. Estaba muerto el otro mendigo, pero es que no había querido decir nada...


Miles de kilómetros recorrio desde el país donde emigro, tierra negra y pobre ahora, vuelta a su Nicaragua natal, donde pasan los días de su vida tumbado en la gran catedrál de ni-se-que nombre, en Tegucigalpa.
Tumbado, recordaba su infancia en la escuela militar y se pregutaba sobre las pirámides. Quería ser un Gran Guerrero, Maya en su sangre roja, y así vencer a los infieles aztecas, profanadores del orden y de lo sagrado... El whisky debía de estar malo o caducado para pensar eso... 


Solitaria e ilegal era la elefantiosa cena que tomaba en su cuenco de caldo de Pavo juunto a su presa de muslo. Le costo la vida a un hombre y ahora le daba fuerzas para seguir viviendo, luchando y rogando por un poco de pan. Cosas de la vida...


Tuerto, Lázaro se vió a si mismo antes, señor grande, guerrero, militar; viviendo de inmigrante y bedel en un colegio bilingüe de Las Españas, prestigioso y del que consiguio trabajo por pura suerte, ya que una de las mujeres que amo-en-cuerpo-pero-no-en-alma, le recordó y trabajo le ofreció. Ahora, estaba en el barro nicaragüense, tomando sopa para vivir, la mujer había fallecido y las Españas estaban tan lejos de su cuenco...