Deberían verlos. ¡Qué gráciles y graciosos se encuentran!
Son felices. Son raros. Son dedos. Dedos carapáchicos y medianos, como hobbits. Dedos que han conocido el amor pero que extraña el roce de otros dedos. Dedos sin mano. Morenos y panzones. Y esos dedos extrañan el frío, el hielo, el pelo y la montana. Esos dedos que extrañan el picante de la vida y los cafés. Esos dedos extrañan quemarse.
Los dedos se hartan de bailar y buscan otra actividad. Escriben un poema con una pluma, que para eso son dedos y luego se sientan. Con sus culos de dedos, se dedican a buscar sitio para leer el poema.
Sachispa, birbiriloque.
Majuto y mogamba cibreña
Paocohlo y manga brasileña.
Poniente del Sol, bien morante.
Gadarme el café, Niña-moza.
Gadarmelo antes que el frío
me lo agardeme como no me gusta
y te lopre el cabes, Niña-moza.
Ven tuertito, a probar la gardada
que la Niña-moza ha agardado:
donde esté mal gardada, la lopres
bien fuerte y tuso, tuertito.
Donde no la tuses de bien
Tuertito será el bien tusado.
Biendique, Marido. Biendique,
que vienes del monte con chancho
mañana te jalas las rosas
¡qué malas podridas saliron!
Marido, antes de biendiquearte trae
de los hoyuelos del cielo
de la cocina de nafta
de las boticas del Pedro:
Una cuchara gardada,
un aparato de lopres,
unos del tanque del tuso
y un aguardiente de gallo.
Vente pronto con las cosas:
son los rituales de Mayo.
Los dedos estaban contentos. Y bueno. Si algo sabían hacer era imitar a la abuela.