domingo, 2 de enero de 2011

"Ven acá prinsesa, que nesesitás un abraso..."

Escrito en directo de una reflexión mágica (en la que tienen cabida los ogros que parecen la autoridad materna, sapo-príncipes que roban habitaciones y una gran serpiente de algodón y tela que envuelve todo mi ser)

"No es problema de nadie lo que pasa en este sitio, donde abunda la gran sensación de grises guestos (si, guestos, que no gestos). Trepanaciones mentales para poder sacar esa sensación de consomé, o sopa de pollo, del día después de la resaca. Estoy como el calamar enlatado: en mi salsa. En esa salsa regusto-amargo-ferrosa, hay un nudo que me llama la atención. Agarro el nudo y veo una cuerda. Tiro de esa cuerda y me encuentro con la cabeza de un dragón italiano que con voz soviética de los pingüinos exiliados del Polo Norte me dice: "deslízate".
Me subo a su lomo. Se esta cómodo allí. Dejo mi salsa de Architeutis humanizado y comienzo a volar a lomos del italo-ruso y dragonado reptil.
Al cabo de recorrer unos 60 mundos ( lo que equivale a unas 18 horas, así, a aproximación de guepardo incauto) llego a un claro en el que ha aterrizado un Jet privado con el dibujo de un unicornio alado que sobrevuela un arcoiris en cielo azul (las princesas modernas viajan en avión) y me encuentro contigo.
El pálpito de mi  corazón de babuino se traslada a la nuez de mi garganta y me convierte en un ser nervioso que se da cuenta de que esta nervioso. Nos acercamos y he visto que haces un gran esfuerzo por akella kausa kaotica que es el maremágnum del océano con rayos y truenos, que son las reacciones físico-químicas ; que son los sentimientos. Es decir, que te sudan los ojos, muñeca. Me acerco más y más. No puedo aguantarlo. De repente, por el orificio nasal izquierdo se asoma esa cosa que parece una lágrima de cristal, que suele llegar antes a la boca que otra cosa. Símbolo magnífico de la verdadera emotividad.  Ese cristal valioso se pierde entre el huequecillo superior en medio de la parte superior de la boca, encima del labio, y se cuela ne medio, formando una espectacular geometría de la que Mahoma se sentiría orgulloso. Mi ser no puede soportarlo más  y se lanza ansiosa y cautelosamente a capturar ese momento con un beso dulce y salado, como las galletas de sal con leche condensada. Todo mi cerebro grita. Todos mis nervios dejan de sentir.  Todo se centra en una minúscula e ínfima cantidad de espacio de menos de 30 cm cúbicos en el que se encuentran tu boca y la mía.
Todo esto es maravilloso. Quisiera ayudarte, porque he aprendido a querer. Quisiera que nos fundiéramos en  un abrazo, nos fusionáramos en un beso y ardamos con el sexo, humo de tabaco y alcohol de alta graduación.

Soy feliz en el mundo de las ideas. Soy el soplapollas de Platón  reencarnado en el espíritu de un joven de dieciocho años...

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