viernes, 7 de enero de 2011

¡Mesa para dos!, de Masao Komatsu

"...a la vez que las lágrimas recorren esa parte del rostro que se situa entre el ojo, el inicio de la mandibula y mueren en la nuca, al ser absorbidas por el algodón del tejido del supuesto demente que se encuentra apoyado sobre una pared acolchada. Recuerda con ansias los bellos momentos de su niñez. Su abuela le hacía cosquillas en la cama, cuando no sentía el sueño y no bajaba los párpados. Recuerda el olor del perfume de la primera mujer que amo. Recuerda los dias de clase, en los que se situaba en el porche interior, junto con los matones para fumar en el patio, a espaldas de los profesores...
Era una persona normal, que lentamente se fue dando cuenta que no le gustaba lo que veía. Pero el sabía que no estaba loco. "Lo sabía. Lo sabía. Lo sabía..."
Todo cambio en su vida cuando, despues de probar fortuna en el mundo de la música, pudo decirse a si mismo "lo he conseguido"
Pero su supuesta mente desequilibrada no paraba de repetirse diciendo: "¿Puedes ver los retazos de la Gloria?. ¿Puedes oír los crujidos de la Fama? Tú serás el que en un futuro sea abucheado por sus propios amantes. Me compadezco de tu alma, pobre mortal." 
..la melancólica ensalada de tomate y lechuza del manicómio consiguió que volviera a sonreír al ver en ella los pulgones que suelen llevar las hortalizas baratas.Con la amarga ironía se comió una hoja de lechuga con tres de esos bichitos, a la vez que se repetía para si mismo "Bueno bueno bueno. ¡Esto es un dos por uno: carne y verdura!". El curioso sabor a tierra que dejaban los diminutos artrópodos en su boca le hizo sentir bien.

...al ver en ella los pulgones que suelen llevar las hortalizas baratas...
Al volver a la cueva donde vivía recluido al mundo ("de mi propia genialidad" como se repetía en ciertas ocasiones), enumero todas las cosas que echaba de menos. La suciedad de las librerías viejas que le gustaba visitar de joven. Las notas de un piano desafinado. Las aglomeraciones en los trenes de las grandes ciudades. Siete letras: C,B,A,R,E,C y E que ordenadas de forma correspondiente daban lugar al nombre de R-E-B-E-C-C-A... ("con dos "cés", como le había recordado dulcemente la primera vez que se vieron como novios)...
Cuando la vida era maravillosa y la preocupación era llegar los primeros a cualquier parte para hacer sentir avergonzados a los demás por llegar tarde mediante burlas. Robar una chocolatina de la tienda y sentirse como un criminal  triunfante con un botín infinito de felicidad.
Ay, si. ¿Echaría de menos esas cosas? Seguro que sí. "Esas cosas se suelen echar de menos..."
Al llegar a la habitación, se sentó en la cama e imaginariamente oía los acordes puestos en orden que formaban canciones de su propia creación. Estiro los brazos hacía arriba, desperezándose y fijó la vista en los sitios donde alguno de sus compañeros le dijo donde debía cortar. De un pliegue en la basta del pantalón saco un trozo de mármol afilado que consiguió romper del una tapa de uno de los váteres del baño viejo. Deslizo el dedo por el filo y comprobó que efectivamente si estaba afilada, chupando una gota de su propia sangre.
Rápidamente y evitando que la duda entrara en su cabeza, deslizo la pieza afilada verticalmente por la piel de su antebrazo. Quedo sorprendido al ver que apenas había dolor. Con la mano ensangrentada, repitió la operación en la parte interior otro antebrazo con un éxito ligeramente distinto: se corto el tendón de la mano derecha y el pulgar, mas unos cuantos dedos más, dejo de funcionar. 

...deslizo el dedo por el filo y comprobó que, efectivamente, si estaba afilada...
Pensaba en morir con pose de melodrama, para que los celadores se sintieran compungidos al verle a la mañana siguiente, pero pensó que eso ya dará igual, pues estaría muerto. Pensó en hacer lo que le apeteciera, iba a morir. Y observo lentamente como la sangre formaba dibujos en la sábana blanca de algodón que cambiaron esa misma mañana ("y que tendrían que volver a cambiar"). Sintió alegría al reconocer formas que, para él, eran conocidas cuando su cabeza se tambaleo y fue a dar con la pared acolchada y se arrastraba entre el forro de los cuadraditos protectores hacía el irremediable abismo de la muerte en el que..."

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