lunes, 12 de noviembre de 2012

Tomás de Aquino

Me siento libre. Libre como un algodón de negro. Libre como un electrón dulce, que va pululando y orbitando sin cesar, cruzándose con otros electrones en el mismo campo magnético.
Y dicha libertad de la felicidad. 
Finalmente Bertha, la Grande, me ha dado ese permiso especial para SER FELIZ.
Se escribe pronto, pero es algo fundamental. Y se demuestra en mi actitud, prudente y valiente como la del centauro Quirón.
En estos actos de locura transitoria, me he tatuado en la cara una Sonrisa Permanente, que creo que le costará borrarse de mi rostro brillante, como el planeta Marte cuando se predice una Guerra.

Ciertamente, esto me pasa porque he dejado de estar solo. He dejado de ser un átomo de Hidrógeno a ser uno de Helio. No es que me halla dividido, pero ahora soy Dos en vez de Uno. Y soy feliz.

Pero como la felicidad no vende y lo que vende son las desdichas, ahí va una:



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