jueves, 18 de julio de 2013

Ida y vuelta a ningún sitio


...ALGUNAS COSAS NUNCA CAMBIARAN, GRACIAS AL SEÑOR...



-¡Intenta herirme de alguna manera, maldito zorro! Soy más rápido, y más listo, no podrás conmigo....

El espíritu umbrío puso su cuerpo en posición de saltar y atacar al muchacho. Dio un impulso y le arrancó las gafas de aviador que llevaba en la frente. Le había dejado un buen tajo con ese golpe.
Martí se sorprendió muchísimo. La velocidad del zorro negro fue tal que pasó como una centella a su lado. se disponía a volver a atacarlo por la espalda, pero esta vez el piloto se adelantó a sus movimientos. Lanzó el pie hacia el lugar donde creía donde le atacaría y le acertó una buena patada en el costado, destrozándose lo metatarsos del pie izquierdo pero acabando con el zorro.
Este salió volando hasta chocar con el tronco de un renegrido abeto, derrumbado por las bombas. La sangre casi morada del zorro salpicó el suelo. Era una de las extrañas criaturas de los monstruosos guerreros del País Negro.

El zorro había perdido el conocimiento y Martí aprovechó para observarlo: su pelaje no reflejaba ninguna luz, era la oscuridad total. Sus ojos amarillos estaban entreabiertos y sus grandes garras asomaban en sus patas. Era de gigantesco tamaño comparado con un zorro común, incluso para el más grande que pueda haber de su especie. Este zorro era del tamaño de un lobo mediano. Sus colmillos eran lo más terrorífico que se podía apreciar.

El zorro causó una avería en el motor del avión de Martí, para obligarlo a retrasarse mientras lo reparaba y llegaba la noche, en donde le podría atacar furtivamente.Eso pensó y muy equivocado no estaba. 

Un grupo numeroso de scouters del País Negro había oído los lamentos del animal umbrío y se acercaban a Martí para intentar tomarlo por sorpresa pero este era un piloto y tenía muy buenos reflejos: con el rabillo del ojo pudo calcular que no era más de cinco y, con algo de fortuna no estarían muy bien armados. Disimuladamente, sacó una granada de luz, la arrojó hacia arriba y se dio la vuelta para evitar el flash cegador. Los silenciosos exploradores lanzaron gritos inhumanos de dolor, pero también sus característicos y animalescos aullidos, alertando a la tropa a la que pertenecían. 
Maldiciendo su mala suerte, Martí agarró su bolsa de herramientas y víveres y se internó en el bosque, teniendo que abandonar su avión. Quien sabe cuando lo volvería a ver...

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