Una bella figura se me acercaba. La reconocí de inmedíato pero ella a mi no.
-Hola preciosa ¿Cómo te llamas?
El mar se arrojaba sobre ella. Parece que no me escucho. Probé otra vez.
-Eh, princesa. ¿te gustaría que nos conocieramos mejor? No te arrepentirás.
Se giró y clavó sus ojos en mi. Sus pupilas me atravesaron todo el cuerpo y este dio un absoluto temblor cuando el corazón empezó a latir mucho más fuerte. Me miraba, enfadada, bajo la lluvia y el mar. Se acercó para darme un empujón, por insolente y a punto estuvo de hacerlo.
-¡Oh cariño! ¿cuánto tiempo llevas esperando?
Su sonrisa no dejaba lugar a dudas: estaba deseando encontrarse conmigo....
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