No perdono las heridas, antes de la felicidad; ni tampoco los litros de alcohol que corren por mi cuerpo y matan mis neuronas me harán olvidar el sentido que tenía la autodestrucción antes, en mi estado de Superhombre-nihilista, demasiado ocupado en ser infeliz como para darme un capricho de sencillez y saludar con amabilidad a un conductor de autobuses.
Pero el tiempo pasó y ahora no me encuentro. Busco y busco y he dejado de ser quien era. Mejor dicho, he dejado de sentirme incómodo conmigo mismo y he descubierto partes y habilidades desconocidas para mí.
Siento paz mental, años tardé en hallarla. Ceso mi búsqueda y no tengo palabras. Brindo mi placer en formar corteses; y oxido el odio social y represivo en el que me encontraba.
Gracias doy a ese rayo de suerte.
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