jueves, 30 de agosto de 2012

Llorar de miedo.

Un río de lunas ilumina la calle. Lunas de color naranja, con una bombilla dentro, un río artificial, eléctrico y triste. El pavimento se va enfriando después de pasar un duro día bajo el Sol abrasador del verano. Mientras tanto, en lo alto del negro manto que es el Cielo nocturno, alguien pide socorro.
La Luna se esta muriendo.




Allí se encuentra la Luna, rodeada por Vacío y Silencio, asfixiada hasta la última superficie de sus pulmones. Presionada e impotente. Pobre Lunita, que vive en el frío más intenso. Esta llena de emociones por culpa de su soledad y sin embargo, no se puede morir porque no esta viva.
Pobre Lunita blanca, o gris. Sonriendo a Meliès con su pétreo rostro para su película y siendo la primera y única actriz interplanetaria, dando origen a los sueños de muchos parisinos que iban al cinèma a verla. Lunita que inspira, encerrada en su Útero Universal, fuera de la Tierra.
Los cometas le saludan al pasar, pero no se detienen porque tienen mucha prisa. La Lunita esta sola y triste, pero no puede llorar porque no tiene lágrimas. El Señor Sol la mira desde lejos y siente no poder darle un poquito de energía a esa pobre Lunita porque no se puede mover de su sitio. Es un guardián y protector, tiene responsabilidades. Así que se contenta con mirarla desde lejos.
La Lunita se esconde a veces, detrás de nuestro planeta. Le gusta el Señor Sol, es muy amable y se alegra de que, al menos, le quite esa oscuridad que le aterra tanto. Y también le da calor, algo que se agradece al estar en el Vacío. Solo echa de menos el ruido, porque no esta sorda pero tampoco puede oír gran cosa. Pero con lo que le da el Sol, es suficiente. Es un señor mucho más viejo. En realidad, Lunita es muy joven, la más niña de todo el Sistema.

Todas estas Lunas de plástico, que dan color anaranjado al asfalto la miran con envidia. Pero no se dan cuenta de que la Luna es muy desgraciada...

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