miércoles, 14 de marzo de 2012

Starship Trooper

Barquito de madera, pintado y repintado con colores y esmaltes bien brillantes, esta desgastado por la tormenta que le cae encima. Es una tormenta pasional, insensible, que no para hasta doblegar al pobre barquito, que a duras penas surca el Espacio.


Dentro, la tripulación bebe Bourbón con ansia de alcohólico y piensa en conjunto la eterna sucesión de calamidades que les han llevado hasta esta malograda posición espacial, donde, prometidas mil promesas de oro y riquezas, solo les queda bebida y miseria. El capitán fue hallado muerto con una carta de suicidio, en el que relataba parte de su vida como un maestro del suspense, en unas cuartillas algo húmedas y saladas. No se cree que sea causa del Mar.


Todos los locos tripulantes, desalmados por la muerte del capitán, mercaderes de Nada, se dieron a la fuga como podían. Unos empezaron a delirar con el Opio. Los más sensatos, cocinaban el cuero de sus botas para alimentar a los compañeros. En un arrebato de miedo por la Tormenta que azotaba desde lo alto, Poseidón enfurecido por el héroe Ulises, algún buen pirata de la nave devoró los brazos del capitán crudos, con algo de pimienta que llevaban de cargamento. Era todo pasiones en esa nave.




Y mientras, en los cielos, los señores Dioses mantenían la disputa de las Horas, las estaciones, el tiempo, la Noche y el Día. El Olimpo se había divorciado y cada dios particular se iba a montar su propio negocio olimpiaco por otra parte. Por eso tal Tormenta. Por eso tal tortura de hombres enjaulados en un Espacio vacío, salvaje y sin esperanza. No importan a Nadie. Gritan en una burbuja de Silencio, ahogándose en su rabia y saliva, haciendo coros de maldiciones y brillando como los Dioses de la furia, los auténticos dioses furiosos y condenados, no como la panda de pobres hipócritas poderosos que se encontraban por encima de la Tormenta, lejos de todos esos gritos humanos que necesitaban su ayuda.

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